jueves, 2 de septiembre de 2010

Anecdotario II: Bilbao

* Hace unos siete años estuve en Bilbao. Acompañé a mi amigo P a que cogiese destino en el cuartel de La Salve. Fuímos P, C, "el crio M" y yo. Fue en 2003, aquel verano de calor insufrible, tórrido, mortal para más de tres mil personas del centro de Europa que murieron como chinches por aquella ola de calor, viejecitos casi todos.

* Reservamos un hotel delante del Teatro Arriaga, en pleno centro de Bilbao, muy cerca de la Ria del Nervión. La ciudad estaba preciosa, hacía pocos años que la habían remozado después de la reconversión de los astilleros. Yo esperaba una ciudad gris, hostil, antipática. Pero me encontré algo muy distinto.

* Después de despedirnos de P en la estación de Abando, nada más llegar, nos instalamos en el hotel y pasamos seis días disfrutando de la ciudad. No sólo del centro histórico, sino de lo que ellos llaman el Gran Bilbao, compuesto por poblaciones cercanas que se extienden desde el centro de la ciudad hacia la costa: Deusto, Neguri, Portugalete, Santurce y Getxo. Todas ellas unidas por un metro que transcurre casi todo el recorrido por encima de la tierra, en vez de por debajo... No sé por qué le llamaban metro, la verdad.

* Una noche de domingo decidimos ir de fiesta a Getxo, con dos cojones. Estaban en fiestas en ese pueblo y nosotros aprovechamos que el metro tenía buen horario el lunes por la mañana para irnos a pasar la tarde y la noche del domingo entera. Bien de mañana, el lunes, con los primeros indicios de resaca en el cuerpo, fuimos de vuelta a Bilbao. Para ello cogimos el metro, como estaba previsto. Al acceder a las instalaciones, habían cinco tornos, "el crio M" y yo nos percatamos que cuatro cerrados y el de en medio abierto, así que pasamos por el que estaba abierto sin utilizar el bono, pues si estaba abierto por algo sería, como marca la lógica. Lógica que no debió utilizar C, que andaba detrás.

"el crio M" y yo nos situamos dentro del vagón, y desde la puerta aún abierta veíamos las evoluciones de C. Mete el bono en el torno de la esquina cerrado y no se abre, pasa al siguiente y tampoco se abre. Sorprendentemente pasa por el que estaba abierto y no lo traspasa... pasando al siguiente que estaba cerrado y prueba con el bono, tampoco se abre. Van pasando los cinco minutos de parada del metro y que se cierren las puertas y empiece a andar el convoy es inminente. C probando con el último torno cerrado y, de repente, como un rayo súbito, se oye un alarido: "¡¡¡¡¡¡¡ SAAAARRRRRRRTA, POR DIOOOOOO, SAAAAARRRRRRRTA, QUE TE QUEAAAAAAAAASSSSSS !!!!" Me quedé helado...de piedra. Todo el vagón, cargado de gente somnolienta que iba a sus trabajos, soltó una carcajada del copón. "El crio M", consciente de que si C se quedaba en tierra no sería capaz de regresar por sus propios medios al hotel, se había puesto nervioso y había soltado ese grito agónico, no de broma, no de cachondeo, sino realmente angustiado por el incierto futuro de su amigo. Yo me puse rojo, me subía un bochorno mezcla de vergüenza y de mala hostia por tanto paletismo (uno que es un poco snob, qué le vamos a hacer). Un viejo a mi lado, identificándome como miembro de aquel trio, como todo el vagón, le caían lagrimones del tamaño de mandarinas de la risa. En fin, al final C se montó en el último instante en el vagón y quedó este episodio que alegró la mañana de lunes a aquella gente y que espero os haya gustado.

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