Hace un mes exacto que terminé el curso 2017-2018 y mucho más tiempo que no hago entrada en este blog. Ha sido un curso intenso, emocionante y agotador en lo personal y en lo profesional.
Mi destino en El Burgo de Osma ha resultado muy bueno, enriquecedor, rodeado de buenos compañeros; dicho sin pose, sin afectación, realmente ha sido profesionalmente un gran año. He aprendido mucho, he trabajado mucho y finalmente he opositado con un pobre resultado, pero, viendo el lado positivo, he conseguido raspar algo de puntuación para el baremo, que nunca está de más.
En lo personal ha sido brutal, ha nacido mi niña, Jimena. Con apenas tres semanas de vida nos reincorporamos a destino. La mayor parte del tiempo los tres solos, nuestra hija, Gema y yo. La climatología ha sido dura; según los oriundos del pueblo, un invierno como los de antes. Esto no sería un problema si no fuese porque los niños necesitan salir de casa y siendo tan pequeña se hacía muy difícil con tanto frío.
Ya está superado, ya estamos en casa desde hace un mes y Jimena está preciosa. Decimos entre risas que llegó a Soria siendo un conejillo y ha vuelto hecha un lechón.
Grande mi mujer, dar el pecho cada dos horas, mañana, tarde y noche es un reto y un desgaste extremo. Grandes mis compañeros de trabajo, grande la dirección del centro que siempre ha estado al quite para facilitarnos la vida y, por supuesto, grandes los alumnos. El mejor trabajo del mundo, sin duda.
Ahora a esperar destino a partir de septiembre. A todo lo largo y ancho de Castilla y Léon.
Adiós, El Burgo de Osma, quizá nos volvamos a encontrar.
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