lunes, 6 de diciembre de 2010

Sólo o a solas

Aunque a alguno de nosotros nos han impuesto la condición de "single" de un día para otro, hay que procurar que NO cunda el pánico.

El domingo leí en El País Semanal un artículo de Xavier Guix que me gustó y que paso a transcribir en parte.

                             "SÓLO O A SOLAS

   Hace cinco años, una noticia llamó mi atención: por primera vez, la cifra de hogares unipersonales, al menos en las grandes ciudades, estaba a punto de superar a la de las viviendas ocupadas por dos personas. La vida en solitario se está convirtiendo en una elección posible, lejos de los estigmas que han colgado inmerecidamente a las personas enviudadas, las desafortunadas en el amor, las almas místicas, las raras o sospechosas de esconder quién sabe si una doble vida.

   Los solitarios gozan hoy de prestigio social, con apelativo incluido, y en inglés, que hace más fashion (singles). Añaden a todo ello las excelencias de poder hacer la vida que quieren, de sentirse almas libres, sin pasar por el trámite de dar explicaciones. Cabe añadir nuevos modelos de convivencia, con el living apart together, algo así como juntos pero no revueltos, y una mayor autosuficiencia psicológica. No obstante, una cosa es vivir solo, y otra, sentirse solo. Puede ser un gozo y puede ser un pozo.

   Afirma el filósofo Francesc Torralba que la soledad buscada es un bien para el alma. Mientras que el aislamiento es una noción física, la soledad es una experiencia emocional. Lo dijo también el marqués de vauvenargues, moralista francés, al proclamar que la soledad es al espíritu lo que la dieta al cuerpo. No cabe duda de que el estar a solas, ese encuentro con nosotros mismos es una conveniencia más que un inconveniente.

   No obstante, tememos la soledad. Tememos que se convierta en un agujero negro que nos engulla. Entristece sentirse solo. Y aún entristece más sentirse solo en medio de una relación, de una familia o de masas enteras de individuos. Es entonces cuando entendemos, como profetizó Schopenhauer, que el instinto social de los humanos no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad.

   No haber aprendido a estar a solas, o a vivir alguna etapa de la vida en solitario, acarrea la complicada tarea de estar rellenando todos los espacios vacíos que quedan entre horas, entre semanas, entre el día y la noche. Por eso hay quien vive sin una línea en blanco en su agenda; quien habita siempre en las vidas ajenas, quien prefiere malas compañías que el gozo a solas. Mientras la soledad sea la peor alternativa a un malvivir, siguiremos malviviendo.

   Podemos plantearnos esta dualidad: siempre estamos solos, del mismo modo que nunca estamos solos. Según se mire, nacer y morir son un ejercicio solitario al que nos pueden acompañar pero no resolver por nosotros. Somos principio y fin. Todo nace y acaba muriendo en nosotros mismos, o sea, en nuestra soledad interior.

   {...} Todos los planteamientos referidos a la soledad parten de la misma base: considerar que deberíamos estar acompañados o solos. Nos sentimos solos cuando creemos que no deberíamos estarlo. Deseamos estar solos cuando no podemos estarlo. Cuesta aceptar el presente cuando nos sume en la insatisfacción: Ahora, solos, quisiéramos estar acompañados. Ahora, acompañados, quisiéramos estar solos.

   El miedo mayor es la incertidumbre. Al no saber qué puede ocurrir en el futuro se añade el que ocurra mientras se está en soledad. Entonces es cuando aparece el fantasma de la insuficiencia, de necesitar ayuda y cuidados. Muchas relaciones se sostienen bajo este principio, que pueda basarse en un amor compasivo en el mejor de los casos, o en una mera compañía que cubra el desasosiego de acabar aislados.

   {...} No creo demasiado en los planteamientos de si es mejor vivir solos o acompañados. La vida está en tránsito continuo y nunca sabemos por qué contextos acabaremos pasando. Son solo eso, espacios y tiempos existenciales que tienen función y sentido. Al final, lo importante no es dónde, cuándo y cómo, sino que no falte la capacidad de amar y ser amados. Lo contrario nos zambulle en la peor de las soledades."



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