* Todo va a una velocidad de vértigo. De crío las estaciones pasan lentas y suaves, sobre todo el verano. De adolescente se empiezan a acelerar los acontecimientos y pasados de largo los treinta, van más rápido aún. Uno encuentra el gusto en la adaptación. A la fuerza ahorcan.
Recuerdo que en el único crucero que he hecho en mi vida me tocó para todas las cenas en la mesa de la señora Ana y el señor Manuel. Lloramos cuando nos despedimos antes de desembarcar, siete días después de la primera cena juntos (realmente así sucedió). Era un matrimonio que llevaban juntos cincuenta años, estaban celebrando sus bodas de oro. Habían sobrevivido como pareja incluso a la muerte de uno de sus tres hijos, murió con veintitantos años de edad. El Señor Manuel me dijo en una de aquellas noches de cena que se le había pasado la vida en un suspiro, que se sentía como cuando tenía veinte años. No lo decía con pena, habían sido felices, me dijo. Lo decía con asombro y curiosidad del propio paso del tiempo repentino y casi sin avisar.
* Lo comentábamos el otro día Isa y yo, mientras hacíamos una ruta senderista muy chula, teniendo el mínimo para subsistir y NO depender de nadie, merece la pena sacrificar más dinero para perseguir tus sueños.
* Me sorprende muchísimo ver gente que, con el auge de Internet en general y las redes sociales en particular, hacen una vida social SÓLO virtual. En serio, conozco gente que se limita a socializar por "feisbuck", por ejemplo, y nunca dan el paso a la vida real... Así NO sé cómo descubrirán algún día qué se siente piel contra piel si NO lo han sentido nunca o volverán a encontrarse con esa sensación si la tenían olvidada... y el olor a gel de vainilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario