“Luces y sombras…” se quedó pensando en las palabras que le había propuesto, una amiga, que formasen parte del relato que, si le apetecía, podía presentar a un concurso informal de literatura.
“Luces y sombras” es lo que se empieza a definir a partir de los treinta, antes NO hay ni luces ni sombras, pensó. Sólo una atmósfera poco definida de esperanzas, años por delante, objetivos por conseguir, ilusiones…
A partir de los treinta es cuando se definen claramente las luces y las sombras. Para bien y para mal. Con suerte, la mitad de la vida vivida y el primer inventario serio que uno se plantea. Ahí aparecen las luces y las sombras. Lo dejado por el camino y lo conseguido. Lo que se espera conseguir en lo que queda del recorrido y lo definitivamente abandonado por irrealizable.
“Luces y sombras”… tienen más peligro de lo que parece esas palabras, pensó.
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